La economía solidaria que deseamos, ¿se practica ya en las economías
campesinas? ¿o bien las economías campesinas pueden modificarse para
adaptarse a los nuevos tiempos?
El proceso de descampesinización
El campesinado ha existido en diferentes lugares del mundo desde la
revolución neolítica que supuso la domesticación de especies animales y
vegetales, y la sedentarización de los seres humanos. Desde entonces ha
habido comunidades humanas dedicadas a la agricultura y la ganadería, a
la gestión productiva de los recursos naturales para su reproducción,
mediante una transformación de la naturaleza que no comprometía, en la
mayoría de los casos, la renovación de esos mismos recursos.
Estas comunidades han convivido, o más bien sobrevivido, a diferentes
formas de sociedad que les han ido imponiendo en cada momento
diferentes presiones sociales, económicas y políticas, sufriendo
relaciones de explotación de sus recursos naturales y de su población
para beneficio de las comunidades urbanas y la reproducción de las
estructuras de poder. Una simple mirada histórica, desde las
revoluciones políticas y tecnológicas europeas del siglo XVIII-XIX hasta
la revolución verde y los transgénicos, demuestra que existe una
voluntad de eliminación de la clase campesina y su forma de vida.
Se ha provocado la desaparición de la cultura, de las lógicas y las
prácticas, y, en definitiva, de las comunidades campesinas. No hay
espacio para el campesinado y las personas campesinas han pasado a
transformarse en empresario agrario (a costa, en muchos casos, del
“canibalismo campesino” provocado por la competencia asociada al sistema
agroalimentario dominante); en agricultores a tiempo parcial;
transformadas en obreras agrarias; expulsadas hacia actividades no
agrarias en el medio rural; o no les queda otra vía de escape que la
huída hacia la ciudad como mano de obra en la industria o en los
servicios cuando hay demanda o, en el peor de los casos condenados a
formar parte del “ejército de reserva de mano de obra” que sobrevive en
chabolas, villas miseria, favelas, etc. ,
Es decir, las comunidades campesinas se desestructuran y con ellas se
pierden las lógicas de manejo ecológico de los recursos naturales desde
prácticas más o menos comunitarias, orientadas a la satisfacción de las
necesidades básicas individuales y colectivas: subsistencia,
protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación,
identidad y libertad.
Al campesinado se le han achacado comportamientos atrasados,
irracionales culturalmente, económicamente ilógicos, y pautas de
comportamiento egoísta en las que primaban las relaciones familiares
frente al resto de la comunidad; la explotación intensiva y
cortoplacista de recursos locales en competencia con el resto de la
comunidad; la incompetencia en la gestión de los bienes comunes y la
sobreexplotación de los recursos. Todas estas son acusaciones que parten
de una concepción que sólo reconoce las lógicas modernizadoras como
racionales, y que no analiza realmente el contexto socioeconómico,
político y cultural de las acciones campesinas: son en realidad
interpretaciones que confirman sus propias predicciones antes que
explicar por qué se producen dichos comportamientos.
Es cierto que tampoco se puede describir una economía y una comunidad
campesina idílica, ecológicamente inocente y socialmente justa en todas
las ocasiones. Las desigualdades y las lógicas de poder dentro de las
comunidades campesinas también existen y reproducen a su vez los mismos
vicios y problemas que la sociedad mayor, puesto que ambas comparten y
están influidas por la cultura hegemónica. Especialmente hay críticas
acerca de las relaciones desiguales de poder por género y por edad.
Sin embargo, el campesinado, frente a las lógicas del proyecto
civilizatorio de la modernidad, constituye un referente como
organización de comunidades orientadas a la satisfacción de las
necesidades básicas individuales y colectivas manteniendo una relación
sustentable con su territorio.
El modo campesino de uso de los recursos (como parte del metabolismo
agrario) se encuadra en una praxis que responde a la noción de
oikos-nomía. Entendiendo que dicho concepto se refiere a la gestión del
oikos, la casa, y no a la parte crematística de la economía, que es el
concepto dominante en la actualidad. Una oikosnomía que se ha construido
y mantenido mediante un proceso de coevolución social y natural, capaz
de perpetuar un metabolismo social sustentable: metabolismos agrarios en
los que los procesos de apropiación, transformación, distribución,
consumo y excreción se mantienen dentro de los límites biofísicos del
ecosistema con formas de acción social y cosmovisiones (interpretaciones
culturales) que vigilan la reproducción social de sus habitantes y la
satisfacción de sus necesidades básicas, aunque sometidos a las
estructuras de poder y el statu quo que generan la desigualdad de las
lógicas de explotación ecológica y social propias de cada momento y
territorio.
10 principios de la economía campesina, más necesarios que nunca
En cualquier caso, podemos plantear una serie de principios que
pueden caracterizar a la economía campesina como una cultura de
sustentabilidad, de la que extraer aprendizajes y tendencias para la
construcción de procesos en otros espacios y contextos sociales, así
como reconocer formas de resistencia y contrahegemonía. Veamos:
1. Frente al monocultivo industrial para el mercado, la economía
campesina ha tenido como principio la diversificación productiva para
asegurar al máximo sus necesidades básicas de autoabastecimiento:
alimento diverso y nutritivo, abrigo, vivienda, leña, fuerza de trabajo
animal, etc. A la vez ha complementado sus actividades con otras no
agrarias para completar sus necesidades materiales básicas (a través de
la artesanía), y el intercambio con otras partes de la sociedad para
productos transformados.
El objetivo de la economía campesina es, prioritariamente, la
reproducción simple de sus unidades familiares y de sus comunidades, en
vez de la generación de excedentes que convertir en beneficios
monetarios primando el valor de cambio y no el valor de uso.
2.Históricamente la economía campesina ha sido definida por el
equilibrio entre la utilización de su mano de obra familiar y el
esfuerzo realizado, no para el crecimiento y la acumulación, sino para
la reproducción simple (no ampliada). Así, se prima la ocupación de la
mano de obra familiar y comunitaria frente a la racionalidad capitalista
de maximización de los beneficios.
3.La economía campesina se mantiene dentro de los límites biofísicos
de sus agroecosistemas, investigando y aplicando “tecnologías blandas”
con el medio ambiente, es decir, con poco impacto en la capacidad de
autorregulación y la resiliencia de los agroecosistemas; y utiliza
tecnologías apropiadas, que pueden ser fabricadas, controladas,
entendidas, desarrolladas y mejoradas en el ámbito comunitario sin
necesidad de grandes inversiones ni dependientes de conocimientos
externos.
4.La experimentación campesina y los intercambios controlados con
otros conocimientos son parte de la cultura de la innovación tecnológica
campesina.
5.Las economías campesinas, además, se mueven en unos ámbitos de
escala locales que eliminan los altos costes energéticos en transporte
de materiales y energía, apoyando además procesos sociales de
empoderamiento y autonomía.
6.En la economía campesina la generación de excedentes ha sido una
forma de asegurarse contra los imprevistos naturales que afectan
puntualmente a la capacidad productiva de sus recursos.
7.Aun cuando el campesinado participa de los intercambios monetarios
con el resto de la sociedad y el mercado, su lógica interna tiende a
usar el mercado como una forma no competitiva de asignación de recursos y
no dirigida a la obtención de beneficios. La aceptación del mercado
como mecanismo competitivo es tolerado por el campesinado como parte de
la imposición de la sociedad mayor. E incluso así, el mercado no puede
superar ciertos límites que son los que marca la “economía moral”
campesina por la que en situaciones de escasez se suspende de facto el
mercado y se evita la especulación a través de la apropiación directa de
los recursos, si es necesario, para satisfacer las necesidades básicas
de la comunidad campesina.
La economía campesina defiende una economía que apunta hacia la
necesidad de una brújula moral que guíe al mercado como sistema de
asignación de recursos, por encima de la especulación monetaria.
8.La cooperación social es otro de los elementos clave de la economía
campesina, generando instituciones sociales de intercambio de trabajo,
productos y servicios dentro de la comunidad. Estas instituciones
sociales están reguladas y poseen mecanismos de control formal e
informal que aseguran la gestión correcta.
9.La propiedad comunal de los recursos y la autonomía política son,
en este caso, las condiciones previas y sine qua non para que las
comunidades campesinas puedan ejercer dicho control con criterios
sustentables. Ni el capitalismo ni el socialismo real han permitido
ninguna de las dos condiciones, acumulando la propiedad de los recursos
en pocas manos (privadas o estatales) y arrebatando la capacidad de
gestión de dichos recursos por parte de la población local a través de
sus instituciones.
10.La economía campesina, pues, está regulada por y subordinada a un
sistema cultural, que posee sus propias instituciones sociales y
políticas de autogestión de los recursos locales. Es decir, se enmarca
en dinámicas de desarrollo endógeno y sustentable. En otros casos o de
manera complementaria, frente a las imposiciones políticas, a las
intromisiones culturales y a la explotación ecológica y económica por
parte de la sociedad mayor, el campesinado ha tratado de mantener sus
instituciones, y una de las herramientas más utilizadas ha sido la
infrapolítica, la resistencia práctica y cotidiana ante las dinámicas
modernizadoras que provocan el desmantelamiento de esas lógicas
autónomas de cultura de sustentabilidad.
La necesaria recampesinización de la Sociedad
No se trata en ningún caso de mitificar al campesinado y sus formas
socioeconómicas, sino de descubrir una serie de principios que, desde la
práctica cultural del campesinado, pueden aportar elementos de
construcción de nuevas formas de gestión colectiva y de desarrollo de
procesos endógenos para la satisfacción de las necesidades básicas de
las comunidades locales. En este sentido se habla de la necesidad de
procesos de recampesinización, y de recreación de las propias formas
campesinas y neocampesinas para construir procesos de desarrollo local
sustentable desde los principios campesinos.
Esta caracterización pretende evitar la idealización del campesinado,
entendiendo que estos principios se encuentran de manera gradual y
parcial en las comunidades campesinas, en un proceso dialéctico con la
sociedad mayor. De manera parcial porque no siempre se encuentran todos
los rasgos en la misma comunidad, y de manera gradual porque no siempre
están plenamente desarrollados. Sin embargo, entendemos que existen
innumerables ejemplos de estas prácticas, y que estos principios son
defendidos o reivindicados por parte de innumerables comunidades
campesinas.
De ellas obtenemos lecciones que pueden ser combinadas con los nuevos
procesos de recampesinización y resignificación política en clave de
sustentabilidad y autonomía frente a la agricultura industrial y los
modelos de desarrollo que están generando la actual crisis
civilizatoria. Estas nuevas formas de economía y de generación de
procesos de desarrollo endógeno y sustentable pueden dar las claves para
una transición hacia mayores cuotas de equidad y autonomía social y
ecológica.
PARA SABER MÁS
Cuéllar, Mamen; Calle, Ángel y Gallar, David (ed.) (2013),
Procesos hacia la soberanía alimentaria. Perspectivas y prácticas desde
la agroecología política, Barcelona, Icaria.
Pérez-Vitoria, Silvia (2010), El retorno de los campesinos. Una
oportunidad para nuestra supervivencia, Barcelona, Icaria.
Ploeg, Jan Douwe van der (2010), Nuevos campesinos. Campesinos e
imperios alimentarios, Barclona, Icaria
Tomado de: http://prensarural.org
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