lunes, 18 de febrero de 2013

Capitalismo: Suicidio Ecológico



“La tierra no es un legado de nuestros padres, es un préstamo que nos hicieron nuestros hijos”. Sabiduría popular africana

Publicado en 1972, el informe Meadows es un estudio sobre los “límites del crecimiento mundial” que el Club de Roma había solicitado al famoso Tecnológico de Massachusetts. En resumen, el informe Meadows postulaba que de seguir el desarrollo capitalista la civilización traspondría los límites de la armonía con la naturaleza y vendría inevitablemente un colapso de incalculables consecuencias. Ubicaban ese colapso en la segunda década del siglo veintiuno, “Si se mantienen las tendencias actuales de crecimiento de la población mundial, industrialización, contaminación ambiental, producción de alimentos y agotamiento de los recursos, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años. El resultado más probable sería un súbito e incontrolable descenso tanto de la población como de la capacidad industrial”.
 Hace algunos años hemos podido observar producciones cinematográficas en torno al tema ecológico y ambiental en relación con el modelo de producción capitalista. La impactante producción francesa –Océanos- dirigida por Jacques Perrin o el documental -Una Verdad Incómoda- presentado por Al Gore ex vicepresidente de EEUU durante el mandato de Bill Clinton que contó con el apoyo de innumerables científicos o el gran impacto en internet producido por la planificadora urbana y regional de EEUU, Annie Leonard con –La historia de las cosas- que posteriormente sería un libro con el mismo título. Los tres confirman la apocalíptica visión de informe Meadows, de seguir la forma de explotación, producción y consumo bajo el modelo capitalista, las especies que habitamos el planeta estamos condenados a la inminente extinción.
 Las políticas generadas por el Banco Mundial, el FMI y la presión política de los países y grandes transnacionales capitalista agudizan la problemática. Un ejemplo caro de ello fue la posición asumida por el Banco mundial en el Foro mundial del agua donde se pronunció diciendo que “el agua no es un derecho, sino un bien esencial para la vida”.
 Eludir la realidad y transformar las crisis en fuentes de lucro son los rasgos principales de las potencias hegemónicas en la coyuntura y uno de los pilares para ello es lo que se conoce como “economía verde”, funcional a la crisis por la que atraviesan las corporaciones, creando nuevos espacios de mercado vinculados a los recursos naturales.
 Al ya existente “mercado de carbono” se le suman los “mercados de servicios ambientales” o de “compensaciones por biodiversidad” los cuales no quieren decir que vaya a haber ningún cambio en la realidad, se trata de bonos que se pueden comerciar en el mercado. Las empresas pueden seguir contaminando y le pagan a otro para que ‘absorba’ esa contaminación.
 La “economía verde”, la nanotecnología o la biología sintética que consiste en crear microbios artificialmente que puedan procesar celulosa para combustible por ejemplo, en los hechos significan que quienes deciden qué hacer con la naturaleza son las grandes corporaciones que controlan esa tecnología. En ese marco, el ejemplo “más absurdo” es la “geo ingeniería” que consiste en enfrentar con medios artificiales el calentamiento global, creando consecuencias que harían peligrar la alimentación a dos mil millones de personas en Asia y África especialmente. Estos enfoques mercantilizadores de la naturaleza se traducen en nuevas formas de despojo a las comunidades y de explotación de los bienes naturales, por parte de grandes corporaciones o Estados. Quienes participan en estos proyectos buscan “que se les perdonen sus pecados”. No sólo se encuentran compañías petroleras o mineras, además encontramos otras transnacionales con fachadas de “amigos de la ecología” como Disney, WWF, Conservación Internacional o The Nature Conservancy que llenan sus arcas con estos nuevos mercados, aprovechando que gobiernos como el colombiano venden la patria al peor postor.
 SOCIALISMO O EXTINCION.
 Ante la penosa realidad que vive nuestro país, en manos de un gobierno arrodillado al capital transnacional y que pretende con sus “locomotoras” replicar el modelo malayo e indonesio de monocultivos para agro combustibles (desiertos verdes), a la par de la mega minería y explotación petrolera. Lo que obtenemos es   la profundización en la crisis de violación de DDHH en virtud de las políticas ejecutivas y legislativas de un modelo de desarrollo extractivista y desigual que reprimariza la economía de la nación.
 El modelo se caracteriza por ser un proceso agresor, depredador y manipulador que posiciona los intereses económicos por encima de la vida misma, la sostenibilidad del ambiente y la diversidad cultural. Si en el gobierno de Uribe se otorgaron 8000 títulos minero a multinacionales, en el gobierno de Santos hay 18000 solicitudes mineras y se han otorgado 44 títulos mineros en 14 parques naturales, se promueve el ecoturismo como integración del territorio al “mercado global” y el credo “ecoeficientista”. La respuesta popular no puede tardar, está demostrado que la movilización frena la avaricia de las multinacionales y las determinaciones del gobierno.
 Debemos actuar en contra de: la expansión de los monocultivos, la locomotora minera y petrolera, el avance de la frontera forestal, la extranjerización de la tierra, los megaproyectos de hidroeléctricas y la tierra como mercancía en la bolsa de valores. Debemos jalonar un cambio de modelo, sumarnos al coro de voces mundial en contra del sistema, recordar que la famosa frase de Rosa Luxemburgo de “socialismo o barbarie” se ha transformado en “socialismo o extinción".

Por: Leonardo Rojas Díaz
Investigador CEIS Línea Conflicto
Tomado de: Semanario Voz Agosto 2012

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