Por: Horacio Duque Giraldo
Después de finalizada, el pasado 20 de enero, la tregua unilateral de
las FARC -EP, hecha como una concesión para ampliar los niveles de
credibilidad en la sociedad del proceso de conversaciones de La Habana,
la guerra interna ingreso, nuevamente, en una espiral creciente.
Olímpicamente, el señor Santos despreció el gesto constructivo de la
insurgencia revolucionaria y mantiene su absurda disposición de seguir
adelante con su ofensiva militar porque su motivación es destruir y
aniquilar por las malas a la guerrilla. Acaricia el triunfo militar de
tierra arrasada. No se percata que por esa vía le irá peor, sin poder
conquistar ya nada o casi nada, debido a que se creyó la fantasía bélica
de los generales uribistas de poner en alza las acciones de la guerra y
los planes ofensivos con rendimientos en declive por lo equivocado de
la estrategia bélica vigente.
Negarse tercamente a un cese bilateral del fuego y hostilidades,
implica descartar el ángulo de la colaboración reciproca que trajo la
firma del Acuerdo general de La Habana, los avances de las
conversaciones en el tema agrario y la participación de la sociedad
civil, ahondando los distanciamientos, para colocar las cosas en un
viaje sin retorno hacia el conflicto total y la guerra químicamente
pura, como lo hemos visto en los ataques aéreos del Paramillo y en los
graves hechos del Caquetá y Sumapaz, con los operativos de varios
frentes insurgentes que actúan con el vigor de las leyes de la guerra.
Lo que está ocurriendo es un aumento de las reciprocidades en los
distanciamientos de las partes debido a que Santos piensa que puede
aniquilar rápidamente al contendor, desconociendo sus recientes
mutaciones políticas, organizacionales, tácticas y estratégicas, a todas
luces eficaces.
Por tales circunstancias es inexorable inferir que el proceso se está
debilitando y desacelerando para de esa manera llegar muy probablemente
al estancamiento y ser sometido, repentinamente, por el jefe de la
Casa de Nariño, a un brutal reverzaso con el fin de priorizar sus planes
politiqueros de reelección por otros cuatro años más.
Pero el cuadro de guerra perfilado por los gobernantes de turno
tendrá unas repercusiones políticas negativos, al revés de lo que se
imagina el Presidente. Es su salto al vacío debido a la vacilación de su
conducta en el cometido de resolver la prolongada guerra civil
nacional.
Lo único que podría regresar las cosas a un ambiente de entendimiento
constructivo es la colaboración mutua, sustituyendo así la lógica del
aniquilamiento que prevalece. El cese bilateral del fuego es un buen
punto para avanzar en la senda de los acuerdos eficaces. Hay que poner
manos a la obra
Tomado de: http://prensarural.org
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