“La
tierra no es un legado de nuestros padres, es un préstamo que nos hicieron
nuestros hijos”. Sabiduría popular africana
Publicado en 1972, el informe Meadows es un
estudio sobre los “límites del crecimiento mundial” que el Club de Roma había
solicitado al famoso Tecnológico de Massachusetts. En resumen, el informe
Meadows postulaba que de seguir el desarrollo capitalista la civilización
traspondría los límites de la armonía con la naturaleza y vendría
inevitablemente un colapso de incalculables consecuencias. Ubicaban ese colapso
en la segunda década del siglo veintiuno, “Si se mantienen las tendencias
actuales de crecimiento de la población mundial, industrialización,
contaminación ambiental, producción de alimentos y agotamiento de los recursos,
este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los
próximos cien años. El resultado más probable sería un súbito e incontrolable
descenso tanto de la población como de la capacidad industrial”.
Hace algunos años hemos podido observar
producciones cinematográficas en torno al tema ecológico y ambiental en
relación con el modelo de producción capitalista. La impactante producción
francesa –Océanos- dirigida por Jacques Perrin o el
documental -Una Verdad Incómoda- presentado por Al Gore ex vicepresidente de
EEUU durante el mandato de Bill Clinton que contó con el apoyo de innumerables
científicos o el gran impacto en internet producido por la planificadora urbana
y regional de EEUU, Annie Leonard con –La historia de las cosas- que
posteriormente sería un libro con el mismo título. Los tres confirman la
apocalíptica visión de informe Meadows, de seguir la forma de explotación, producción
y consumo bajo el modelo capitalista, las especies que habitamos el planeta
estamos condenados a la inminente extinción.
Las políticas generadas por el Banco Mundial,
el FMI y la presión política de los países y grandes transnacionales
capitalista agudizan la problemática. Un ejemplo caro de ello fue la posición
asumida por el Banco mundial en el Foro mundial del agua donde se pronunció
diciendo que “el agua no es un derecho, sino un bien esencial para la vida”.
Eludir la realidad y transformar las crisis en
fuentes de lucro son los rasgos principales de las potencias hegemónicas en la
coyuntura y uno de los pilares para ello es lo que se conoce como “economía
verde”, funcional a la crisis por la que atraviesan las corporaciones, creando
nuevos espacios de mercado vinculados a los recursos naturales.
Al ya existente “mercado de carbono” se le
suman los “mercados de servicios ambientales” o de “compensaciones por
biodiversidad” los cuales no quieren decir que vaya a haber ningún cambio en la
realidad, se trata de bonos que se pueden comerciar en el mercado. Las empresas
pueden seguir contaminando y le pagan a otro para que ‘absorba’ esa
contaminación.
La “economía verde”, la nanotecnología o la
biología sintética que consiste en crear microbios artificialmente que puedan
procesar celulosa para combustible por ejemplo, en los hechos significan que
quienes deciden qué hacer con la naturaleza son las grandes corporaciones que
controlan esa tecnología. En ese marco, el ejemplo “más absurdo” es la “geo
ingeniería” que consiste en enfrentar con medios artificiales el calentamiento
global, creando consecuencias que harían peligrar la alimentación a dos mil
millones de personas en Asia y África especialmente. Estos enfoques
mercantilizadores de la naturaleza se traducen en nuevas formas de despojo a
las comunidades y de explotación de los bienes naturales, por parte de grandes
corporaciones o Estados. Quienes participan en estos proyectos buscan “que se
les perdonen sus pecados”. No sólo se encuentran compañías petroleras o
mineras, además encontramos otras transnacionales con fachadas de “amigos de la
ecología” como Disney, WWF, Conservación Internacional o The Nature Conservancy
que llenan sus arcas con estos nuevos mercados, aprovechando que gobiernos como
el colombiano venden la patria al peor postor.
SOCIALISMO O EXTINCION.
Ante la penosa realidad que vive nuestro país,
en manos de un gobierno arrodillado al capital transnacional y que pretende con
sus “locomotoras” replicar el modelo malayo e indonesio de monocultivos para agro
combustibles (desiertos verdes), a la par de la mega minería y explotación
petrolera. Lo que obtenemos es la profundización en la crisis de
violación de DDHH en virtud de las políticas ejecutivas y legislativas de un
modelo de desarrollo extractivista y desigual que reprimariza la economía de la
nación.
El modelo se caracteriza por ser un proceso
agresor, depredador y manipulador que posiciona los intereses económicos por
encima de la vida misma, la sostenibilidad del ambiente y la diversidad
cultural. Si en el gobierno de Uribe se otorgaron 8000 títulos minero a
multinacionales, en el gobierno de Santos hay 18000 solicitudes mineras y se
han otorgado 44 títulos mineros en 14 parques naturales, se promueve el
ecoturismo como integración del territorio al “mercado global” y el credo
“ecoeficientista”. La respuesta popular no puede tardar, está demostrado que la
movilización frena la avaricia de las multinacionales y las determinaciones del
gobierno.
Debemos actuar en contra de: la expansión de
los monocultivos, la locomotora minera y petrolera, el avance de la frontera
forestal, la extranjerización de la tierra, los megaproyectos de
hidroeléctricas y la tierra como mercancía en la bolsa de valores. Debemos
jalonar un cambio de modelo, sumarnos al coro de voces mundial en contra del
sistema, recordar que la famosa frase de Rosa Luxemburgo de “socialismo o
barbarie” se ha transformado en “socialismo o extinción".
Por: Leonardo
Rojas Díaz
Investigador CEIS Línea Conflicto
Investigador CEIS Línea Conflicto
Tomado
de: Semanario Voz Agosto 2012
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