Todos los días hay noticias sobre empresas que
están comprando tierras agrícolas. Los gigantes del aceite de palma de Malasia
comprando plantaciones en África Occidental. Los banqueros de Wall Street
apoderándose de ranchos ganaderos en Brasil. Hombres de negocios sauditas
firmando acuerdos sobre tierras en Filipinas. La última recopilación de datos
sobre acaparamiento de tierras señala que, desde el año 2007, un promedio anual
de 10 millones de hectáreas de tierra han sido acaparadas por compañías
extranjeras.
El asunto es que un pequeño número de personas
están apoderándose, cada vez más, de las tierras agrícolas del mundo y del agua
asociada a ellas, dejando poco o nada a los demás. En la medida que el mundo se
hunde cada vez más en una crisis alimentaria, estos nuevos terratenientes serán
quienes tendrán el dominio sobre quiénes comen y quiénes no y sobre quiénes se
beneficien y quiénes perezcan en el sistema alimentario.
El acaparamiento mundial de tierras de cultivo está
ocurriendo sólo porque existen personas dedicadas a ello. El número de
acaparadores de tierras es pequeño, en contraste con el gran número de personas
desplazadas como consecuencia de su accionar. En su mayoría son hombres, casi
todos con experiencia en empresas de agro negocios o bancos. Algunos de ellos
se ubican en altos niveles de gobiernos y agencias intergubernamentales y, a
veces, en los más altos niveles. Operan desde los grandes centros financieros
del mundo y frecuentemente se encuentran en reuniones de inversionistas en
tierras de cultivo, ya sea en Singapur, Zanzíbar o la ciudad de Nueva York.
Pensamos que levantar un poco el velo del secreto
sobre quiénes son estas personas, podría aportar al debate sobre acaparamiento
de tierras. Por eso, hemos organizado una presentación de diapositivas que
informa sobre algunos de aquellos que han estado realizando o apoyando el
acaparamiento de tierras de cultivo.
Se trata de un grupo emblemático de acaparadores de
tierras, no de una nómina exhaustiva, Saber quiénes están involucrados puede
también ayudarnos a presionar a los acaparadores de tierras para que se
detengan. A continuación, les ofrecemos los perfiles de algunas de las personas
que están efectuando o financiando grandes acaparamientos de tierras agrícolas
alrededor del mundo.
En abril del 2012, los agricultores de Sierra Leona
se reunieron en una asamblea de comunidades afectadas por las grandes
inversiones extranjeras en tierras. Muchos participantes apuntaron al proyecto
de 10.000 hectáreas de caña azucarera operado por Addax Bioenergy, una empresa
de etanol propiedad del multimillonario suizo Jean-Claude Gandur.
“Hemos sido expulsados de nuestras tierras sin
compensación”, señaló Zainab Sesay, una mujer campesina del área del proyecto.
“Ahora no tengo tierra. El hambre está matando gente. Debemos comprar arroz
para sobrevivir porque ahora no lo producimos.” indicó Zainab Kamara, otra
campesina desplazada por el proyecto Addax.
En su oficina central en Ginebra, rodeado de su
impresionante colección de arte y antigüedades, Gandur cuenta una historia
diferente explicando a los reporteros que este proyecto cumple con los
estándares sociales y ambientales definidos por el Banco de Desarrollo
Africano, la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial y la Unión
Europea. En efecto, más de la mitad de los costos del proyecto de la compañía
están cubiertos por bancos para el desarrollo. “Es por eso que no me siento
culpable de hacer nada inmoral,” explica Gandur.
Gandur construyó su fortuna, estimada en 2.000
millones de dólares, comerciando materias primas y comprando concesiones de
petróleo en Nigeria y otros países africanos. En el año 2009, vendió su
participación en el negocio petrolero y volcó su atención hacia las tierras
agrícolas en el continente. El combustible es aún su centro de interés, pero
ahora es el etanol y no el petróleo.
Para su primer gran proyecto, Gandur eligió Sierra
Leona, un país devastado por la guerra y donde la desnutrición afecta a un
tercio de la población. Este es un lugar controversial para cultivar caña de
azúcar para la producción de etanol de exportación. La compañía no sólo ha
tomado posesión de 10.000 hectáreas de tierra y bosque “fértil y con buen
riego” desplazando la producción de alimentos, sino que también les ha quitado
el acceso al agua a los agricultores río abajo. La plantación de caña de la
compañía utilizará el 26% del caudal del río más grande de Sierra Leona durante
los meses secos, de febrero a abril.
Gandur ha dicho que su proyecto de etanol, que
estará en plena operación en el año 2013, es “una buena forma de retomar la
agricultura en África”. ¿Pero, bueno para quién?
El grupo suizo Brot für Alle (Pan para Todos), que
realizó un análisis financiero básico de la empresa, llegó a la conclusión que
Addax llevaría a casa un retorno anual de 53 millones de dólares, cerca de un
98% del valor agregado por el proyecto. Los más de 2.000 trabajadores mal
pagados de la empresa sólo recibirán el 2% del valor, en tanto que los dueños
de la tierra que han arrendado sus campos a la compañía, recibirían apenas un
0,2% del valor agregado. Brot für Alle (Pan para Todos), señala que, en total,
el proyecto pagará menos de 1 dólar mensual a cada una de las personas
afectadas con el proyecto.
Trabajo esclavo, robo de tierras indígenas,
destrucción de bosques y sabanas, son algunos de los sellos distintivos de la
industria brasileña de caña de azúcar.
Actualmente, gracias a la afluencia de dinero en
efectivo desde el extranjero, la industria ha prosperado como nunca antes.
Durante los últimos diez años, el área dedicada a la caña de azúcar en Brasil
casi se ha duplicado, pasando de 4,8 a 8,1 millones de hectáreas, el equivalente
a 1.000 hectáreas de tierra convertidas en plantaciones de caña diariamente. La
mayor parte de esta expansión está teniendo lugar en una sabana biodiversa, que
es el hogar de alrededor de 160.000 especies de plantas y animales, muchas de
ellas en peligro de extinción.
Los trabajadores brasileños también están pagando
los costos: la industria de la caña es una de las más peligrosas, explotadoras
y mal pagadas en las cuales trabajar. Y, en la medida que la caña de azúcar se
expande, la tierra pasa de la producción de alimentos a las manos de los
barones brasileños del azúcar, en un país donde el 3% de la población ya
concentra en sus manos casi dos tercios de la tierra arable.
Los maestros y profesores en los Estados Unidos
quizás no lo sepan, pero sus ahorros para la jubilación están siendo usados
para lucrarse de la expansión de las plantaciones de caña de azúcar en Brasil.
Bajo la conducción del actual Director General, José Minaya, TIAA–CREF, con
sede en Nueva York y la administradora de fondo de pensiones para maestros y
profesores más grande de Estados Unidos, ha canalizado cientos de millones de
dólares a un fondo que adquiere tierras de cultivo brasileñas y las convierte
en plantaciones de caña de azúcar.
El fondo se llama Radar Propiedades Agrícolas. Fue
creado por el productor de caña de azúcar más grande del Brasil, Cosan, para
identificar propiedades en Brasil que pudieran adquirirse a precios bajos,
convertirlas principalmente en plantaciones de caña de azúcar y, en pocos años,
venderlas con beneficios. Cosan, que es dueña del 19% del fondo, administra las
inversiones del fondo y mantiene la primera opción para adquirir tierras antes
que Radar las ponga en el mercado. El otro 81% del fondo es de propiedad de
TIAA–CREF a través de su holding brasileño, Mansilla. A fines del año 2010,
Radar gastó 440 millones de dólares para adquirir más de 180 propiedades
agrícolas en Brasil, lo que suma 84.000 hectáreas, y tiene planes para gastar
otros 800 millones de dólares para adquirir, en el futuro cercano, 60
propiedades agrícolas más, totalizando 340.000 hectáreas.
El portafolio de tierras agrícolas de TIAA–CREF se
extiende mucho más allá de Brasil. Desde el 2007, la compañía ha gastado 2.500
millones de dólares en propiedades agrícolas en todo el mundo convirtiendo
cientos de miles de hectáreas en Australia, Polonia, Rumanía y Estados Unidos
en fincas industriales a través de su subsidiaria, el Westchester Group.
El lema de TIAA–CREF, sin embargo, es “Servicios
Financieros para el Bien Común” y, en el 2011, se unió a siete inversionistas
institucionales europeos para lanzar los Principios de las Tierras de Cultivo,
un conjunto de cinco principios que compromete a los firmantes a no
involucrarse en acuerdos sobre tierras de cultivo que dañen el medio ambiente o
violen los derechos laborales o humanos, o los derechos sobre tierras o
recursos. La experiencia sugiere que TIAA-CREF puede ser presionada para
desvincularse del acaparamiento mundial de tierras agrícolas. Recientemente ha
retirado inversiones en empresas que operan en Darfur y, actualmente, es el
objetivo de una campaña nacional para lograr su desvinculación de empresas que
se benefician de la ocupación israelí de tierras palestinas.
Cuando se habla de acaparamiento de tierras en
África, un nombre que se repite a menudo es “Karuturi”. Sai Ramakrishna
Karuturi, el “Rey de las Rosas” de la India, hizo su fortuna cultivando rosas
en África Oriental para los mercados europeos. Actualmente está invirtiendo
esos beneficios en su próximo gran proyecto en África: la producción de
alimentos.
Karuturi tiene grandes ambiciones. Quiere
establecer operaciones agrícolas en más de 1 millón de hectáreas,
principalmente en el sur de África, para producir maíz, arroz, caña de azúcar y
palma aceitera. “En 5 a 10 años más, me gustaría ser visto y comparado con
colegas como Cargill o ADM o los Bunges del mundo” ha dicho. Hasta hora, ha
tomado control de 311.700 hectáreas en Etiopía y está negociando otras 370.000
en Tanzania. Además, planea un proyecto agrícola en la República del Congo y
explotaciones frutales y hortícolas en Sudán, Mozambique y Gana.
Karuturi llama a las tierras de cultivo africanas
“oro verde”. Es fácil ver por qué. Para cada hectárea que dedica a la
producción de arroz en su propiedad agrícola de Gambela, Etiopía, está
proyectando un beneficio anual de 650 dólares. Anualmente, su empresa pagará
por la tierra, el trabajo y el agua que se utiliza, sólo 46 dólares por
hectárea.
Sin embargo, las habilidades de Karuturi como
agricultor son cuestionables. Su primera cosecha de maíz en Gambela fue
destruida por una inundación que anegó su sistema de riego causando daños por
un valor de 15 millones de dólares y requiriendo otros 15 millones adicionales
para reforzarlo. Sin poder poner todas las tierras en producción a tiempo,
intentó subarrendar parcelas a agricultores de la India sobre la base de reparto
de los ingresos, lo que provocó problemas con el gobierno etíope. Cuando varios
cientos de trabajadores indios llegaron al aeropuerto de Adís Abeba, a fines de
2011, identificándose como operadores de maquinaria para la explotación
agrícola de Karuturi, el gobierno de Etiopía los devolvió.
Las operaciones de Karuturi están muy involucradas
en conflictos de tierras, especialmente en Gambela. Según un informe del Human
Rights Watch del año 2012, el gobierno etíope relocalizó por la fuerza a 70.000
personas oroginarias de Gambela occidental en nuevos villorrios que carecen de
alimento adecuado, tierras de cultivo, cuidados de salud o infraestructura
educacional, con el fin de facilitar los proyectos agrícolas de gran escala de
inversionistas extranjeros, incluido Karuturi.
El informe señala que cultivos pertenecientes a
comunidades locales Anuak fueron arrancados sin consentimiento para facilitar
las operaciones de Karuturi y que a los residentes de Ilea, un pueblo de más de
1.000 habitantes en el área concesionada a Karuturi, el gobierno etíope les
comunicó que serían trasladados durante 2012 como parte de su “programa de
villorrios”. Karuturi, sin embargo, niega cualquier conexión entre las
actividades de su compañía y el programa de villorrios y señala que el informe
es una “basura” y “una visión occidental totalmente prejuiciada”. Incluso niega
que exista el programa de villorrios.
Calvin Burgess llegó a Estados Unidos desde Canadá
en el año 1976 e inmediatamente entró en el negocio de la construcción. Rápidamente
se hizo de un pequeño imperio participando en todo tipo de proyectos, desde
inmuebles hasta prisiones, desde fábricas mexicanas de calcetines hasta
explotaciones porcinas. Al acercarse a los 60 años de edad, Burgess sintió que
era tiempo de hacer algo “importante” en vez de sólo “vivir una buena vida y
morir como un tipo rico”. De manera que, inspirado en las historias de una
mujer de su iglesia que había vivido un tiempo en Kenia, decidió ir allí y ver
cómo podía lograr algún impacto. Según Burgess, “Dios tiene planes para cada persona
y yo pensé que quizás esto era parte de su plan para mí”.
Burgess se instaló en el occidente de Kenia, en un
lugar llamado Yala Swamp. Su idea: establecer la finca arrocera más grande de
África – Dominion Farms – en 7.000 hectáreas que adquirió bajo un contrato de
arriendo por 25 años, renovables. Pero hay un inconveniente: miles de personas
viven, cultivan y crían ganado en la misma tierra y dependen de la misma fuente
de agua que esta explotación. Dominion Farms ocupa el 40% de Yala Swamp, sin
embargo, el embalse que la compañía construyó para regar sus campos de arroz
inundó una superficie mucho mayor e hizo prácticamente imposible la crianza de
ganado a las comunidades locales. Los residentes en el área señalan, además,
que el proyecto de Burgess impide su acceso al agua potable y, a causa de la
fumigación aérea frecuente con fertilizantes y pesticidas, ellos y sus animales
se están enfermado.
De manera que los habitantes del área han visto
pocos beneficios: unos pocos cientos de trabajos mal pagados y unos paquetes de
compensación de aproximadamente 60 dólares por hogar para aquellos que se van
del área. No es de extrañar, entonces, que la gente esté molesta y exija que
Burgess y su empresa empaquen sus cosas y se vayan. En agosto de 2011, Burgess presentó
una denuncia a la policía alegando que los manifestantes habían efectuado
amenazas contra su vida. “Cuando uno trata de ayudar a esta gente, todo lo que
hacen es quejarse”, señala Burgess.
Impertérrito con la oposición en Kenia, Burgess se
está expandiendo a Nigeria, donde ha adquirido 30.000 hectáreas en el Estado de
Taraba, con el apoyo del ex Presidente Olusegun Obasanjo. En el año 2009,
Burgess anuncio que también tenía inversionistas interesados en replicar su
modelo de explotación agrícola de Kenia en 17.000 hectáreas ubicadas en
Liberia.
C. Sivasankaran es uno de los hombres más ricos de
la India, con un patrimonio neto de más de 4.000 millones de dólares. Hizo la
mayor parte de su fortuna siendo pionero en las ventas a precios rebajados de
computadores personales, redes de telefonía móvil y servicios de internet de
banda ancha en India. Sivasankaran mantiene un bajo perfil público y rara vez
da entrevistas públicas. Se dice que tiene “un enfoque de big bang a la vida” y
se le conoce por viajar por el mundo usando su gran flota de aviones y yates
privados, alojándose en las suites presidenciales más caras.
Últimamente, Sivasankaran ha desarrollado un
interés por las tierras agrícolas. Empezó adquiriendo importantes
participaciones en varias empresas hindúes que han estado adquiriendo tierras
de cultivo en el extranjero: un 12% de participación en Ruchi Soya, que tiene
un contrato de arriendo de largo plazo, por 50.000 hectáreas, en Etiopía; un
10% de participación en KS Oils, que posee 56.000 hectáreas para producir
aceite de palma en Indonesia; y 3% de participación en Karuturi Global, que
tiene una concesión de 30.000 hectáreas de tierra en Etiopía.
El aceite de palma parece ser el producto favorito
de Sivasankaran. En el año 2010, compró una participación minoritaria en
Feronia, una compañía canadiense que adquirió 100.000 hectáreas para la
producción de aceite de palma y soya en la República Democrática del Congo y
luego, estableció una empresa conjunta con la London’s Equatorial Palm Oil,
tomando control del 50% de las 170.000 hectáreas de la compañía en Liberia.
Actualmente, Sivasankaran está ingresando más
directamente en el sector. Creó la Biopalm Energy, una filial de su empresa con
sede en Singapur, Siva Group, y rápidamente se hizo de 200.000 hectáreas en
Camerún y 80.000 hectáreas en Sierra Leona para producir aceite de palma y
exportarlo a la India, donde será refinado y vendido.
“Soy una usuaria de la tierra comunitaria, vivo de
la agricultura”, señala una mujer del distrito Pujehun de Sierra Leona, donde
Siva se ha apoderado tierras. “Pero ahora, los inversionistas, esa empresa
Biopalm [del Grupo SIVA] ha llegado y el Jefe Supremo les ha entregado toda la
tierra, incluso la tierra que uso para cultivar, para recolectar leña, para las
hierbas medicinales, para todo. Ahora todo se ha ido. No tengo nada.” En
resumen, Siva tiene en su poder 756.000 hectáreas de tierras agrícolas, 670.000
de ellas en África
Neil Crowder, quien se describe a sí mismo como “un
ciudadano norteamericano bien educado quien, hace cuatro años atrás, no era
capaz de localizar Zambia en un mapa”, dejó Goldman Sachs para cofundar Chayton
Capital, un fondo de capital privado que ha gastado 300 millones de dólares en
iniciativas agroindustriales en seis países africanos.
El proyecto piloto está en Zambia, donde arrendó
20.000 hectáreas en Mkushi, a 14 años plazo. Su intención es concentrar sus
tierras en una sola operación llamada “Chobe Agrivision”, dentro de un radio de
50 Km.
Crowder dice que el legado de su empresa será
“enseñar a los africanos las últimas técnicas de cultivo”, antes de retirarse
con un “18% de retorno de la inversión en dinero efectivo”. “No quiero defender
el acaparamiento de tierras y por supuesto que nosotros no estamos haciéndolo”,
señala Crowder. “Mi opinión es que África necesita modernizar su agricultura”.
Sin embargo, los agricultores locales dicen que aún
queda por ver los beneficios de la granja de Chayton Capital o de otras granjas
comerciales del área. “Hasta ahora, no nos han ayudado”, señala Brighton
Marcokatebe, un agricultor de la localidad vecina de Asa. En el evento que el
descontento entre los agricultores locales se convirtiera, algún día, en
demandas por las tierras bajo el control de Chayton, Crowder se ha protegido al
respecto. “El Banco Mundial ha protegido nuestros activos contra riesgos
políticos”, explica Crowder. “Pagamos una prima de seguro y nos protegen contra
expropiaciones. Nuestro seguro contra riesgos políticos nos protege ante
disturbios civiles.”
Michael Barton le tomó gusto a los beneficios que
pueden lograse con las tierras agrícolas durante los cinco años que fue
Presidente de New Hibernia Investments Ltd, una compañía creada por el corredor
de propiedades inglés, Mark Keegan, para comprar propiedades agrícolas en
Argentina. Cuando la empresa de Keegan vendió sus granjas con un tremendo
beneficio en 2008, él y Barton dirigieron su atención hacia África.
Reclutaron a un ex alto oficial de la armada
británica, el General Sir Redmond Watt y a Cherif Haidara, un lobista malí muy
relacionado con los círculos internos de poder de África Occidental. Se
centraron en Guinea, un país controlado por una dictadura corrupta con millones
de hectáreas de tierra agrícola. Haidara, quien quedó a cargo de los fondos
mineros de Guinea en octubre de 2009, ya había ayudado a la empresa británica
Sovereign Mines of Guinea, con la que estaba relacionado Keegan, a obtener
cinco concesiones de oro con un total de 3.600 km cuadrados en las áreas ricas
en oro del país.
En esa época, Guinea estaba pasando un momento
político complicado. Lansana Conté, el dictador desde 1984, había muerto en
diciembre del 2008 y había sido reemplazado rápidamente por una junta militar.
La Junta mantuvo el poder desde el 24 de diciembre de 2008 hasta el 21 de
diciembre del 2010, con dos presidentes en el proceso. Fue durante este periodo
que el equipo de Barton consiguió los acuerdos sobre tierras agrícolas.
El 16 de septiembre de 2010, con el brigadier
general Sékouba Konaté en el poder, Barton, a través de una empresa de reciente
creación llamada Farm Lands of Guinea (actualmente Farm Lands of Africa – FLA),
firmó dos acuerdos con el Ministro de Agricultura de Guinea.
Estos acuerdos dieron a Land &Resources, la
filial de FLA en Guinea y propiedad en un 10% del gobierno de Guinea, el
arriendo por 99 años de más de 100.000 hectáreas de tierra agrícola. A través de
un protocolo posterior, firmado el 25 de octubre de 2010, mientras Konaté aún
estaba en el poder, la empresa de Barton se comprometió a censar y mapear casi
1,5 millones de hectáreas para “prepararlas para su desarrollo por terceros,
bajo el régimen de arriendo por 99 años.”
FLA sostiene que, como compensación, el Ministro de
Agricultura le entregó los derechos exclusivos de comercialización sobre las
tierras “con una comisión de 15% pagadera al finiquitar las ventas.” En suma,
los tres acuerdos dieron a FLA el control de 1.608.215 hectáreas, equivalente
al 11% de la tierra agrícola de Guinea. A fines del año 2011, FLA informó que
sus representantes habían estado prospectando tierras en Sierra Leona y Gambia
y que habían identificado, junto con el Ministro de Agricultura de Mali, 10.000
hectáreas en la región de Office du Niger.
“Antes teníamos cultivos y vacas y frutales”, dice
Sofía Gatica, de la comunidad de Ituzaingó, Argentina. “Pero ellos destruyeron
todo esto y plantaron soya transgénica. Ahora, cuando fumigan la soya, también
nos fumigan a nosotros.”
La hija de Sofía Gatica murió a los tres días de
nacer por una falla renal causada por la exposición a los agrotóxicos fumigados
sobre las plantaciones de soya que rodean su comunidad. La tasa de cáncer en
Ituzaingó es 40 veces mayor al promedio nacional.
Esta es sólo una de las tantas comunidades que han
sido devastadas por el auge masivo de la producción de soya en Argentina, que
siguió a la introducción de las semillas de soya transgénica Monsanto
resistentes al herbicida glifosato. Cada año en Argentina, más de 50 millones
de galones de agrotóxicos son fumigados en forma aérea sobre los cultivos de
soya.
La desgracia de unos ha sido la bonanza de otros.
Uno de los grandes ganadores con el auge de la soya ha sido el hombre de
negocios argentino Eduardo Elsztain, el mayor propietario de tierras de cultivo
del país y uno de los mayores productores de soya genéticamente modificada.
En la década de 1990, George Soros apoyó
financieramente a Elsztain en la compra de una propiedad subvaluada en
Argentina, a través de su empresa familiar IRSA. Rápidamente ganaron millones y
decidieron usar parte de las ganancias para adquirir Cresud, una empresa
propietaria de alrededor de 20.000 hectáreas de tierras de cultivo.
Con otra inyección importante de dinero por parte
de Soros y la oferta pública en la bolsa de Buenos Aires, Cresud expandió
dramáticamente sus propiedades agrícolas.
A fines de 1998, era dueña de 26 fincas con una
superficie de 475.098 hectáreas. Cuando Soros vendió sus intereses en Cresud e
IRSA, en 1999, Elsztain encontró otros mutimillonarios para reemplazarlo, tales
como Michael Steinhardt, operador de fondos de cobertura en Wall Street y, el
magnate canadiense Edgar Bronfman.
Actualmente, Cresud acumula 628.000 hectáreas de
tierras de cultivo en Argentina, en su mayoría destinadas a la producción de
soya transgénica y ganado. La compañía también mantiene un plantel de engorda
de ganado (feedlot) en la Patagonia como parte de una empresa conjunta con la
norteamericana Tyson, la empresa de carne más grande del mundo. Elsztain está
exportando agresivamente el boom de la soya a países vecinos.
En los años recién pasados, las filiales de Cresud
han adquirido 17.000 hectáreas en Bolivia, 142.000 en Paraguay y 175.000 en
Brasil, principalmente para la producción de soya. Las actuales propiedades
agrícolas de Cresud suman más de 962.000 hectáreas.
Susan Payne es una canadiense que trabajó para JP
Morgan y Goldman Sachs antes de embarcarse, con su marido británico David
Murrin, en la tarea de tomar posesión de grandes extensiones de tierras
agrícolas fértiles en África. Payne y la empresa británica de Murrin, la
Emergent Asset Management, establecieron African Agricultural Land Fund (Fondo
de Tierras Agrícolas Africanas) en el año 2007 y, desde entonces, han adquirido
al menos 30.000 hectáreas en Sudáfrica, Zambia, Mozambique, Swazilandia y
Zimbawe. Aseguran que su compañía es el mayor fondo agrícola en África.
Payne habla a menudo del trabajo pionero que está realizando
al invertir en tierras agrícolas africanas. Algunos pueden atemorizarse ante
los riesgos inherentes de apropiarse de tierras fértiles en los países
africanos -donde el hambre y los conflictos son abundantes – y luego traer
sudafricanos blancos para administrar las fincas. Sin embargo, Payne y los que
la apoyan, tales como el Banco Toronto Dominion de Canadá, esperan grandes
ganancias. Payne ha indicado que los inversionistas en Emergent obtendrán
retornos anuales de alrededor de 25%.
En octubre del 2011, el equipo formado por marido y
mujer anunció que se estaban separando y dividiendo Emergent. Murrin tomó
posesión de Emergent Asset Management, mientras Payne tomó posesión de Emvest,
la empresa conjunta con el Grupo RusselStone de Sudáfrica, que dirige la
empresa de Emergent – African Agriland Fund – y sus explotaciones agrícolas.
Hatim Mukhtar, algún día podría presidir la mayor
explotación de arroz del planeta. Su compañía, Foras International, está en
plena implementación de un plan para producir 7 millones de toneladas de arroz
en 700.000 hectáreas de tierra de riego en África. En el año 2008, Foras empezó
con una explotación piloto de arroz en 2.000 hectáreas en Mauritania, luego
arrendó 5.000 hectáreas en Mali, en Office du Niger y firmó un acuerdo
provisorio por 5.000 hectáreas en Senegal, en el valle del río Senegal. El
estudio piloto en Mali está terminado y Foras pretende aumentar sus operaciones
a 50.000 o 100.000 hectáreas. En los tres países ya ha habido tensos conflictos
debido al acaparamiento de tierras en gran escala.
Foras está lejos aún de su meta de 700.000
hectáreas, pero Mukhtar ha firmado una gran cantidad de acuerdos que ponen a su
empresa muy arriba en la lista de terratenientes a nivel mundial. Desde el año
2010, Foras se ha apropiado de 126.000 há en el Estado Sennar de Sudán, a lo
largo del río Nilo, firmó un acuerdo con el gobierno del Estado de Katsina,
Nigeria, por un proyecto agrícola de 100 millones de dólares que se iniciará
con una explotación piloto de 1.000 hectáreas y está en negociaciones con el
gobierno de la República Rusa de Tatarstán por 10.000 hectáreas.
También está avanzando con un proyecto de 22
millones de dólares para construir una enorme granja avícola, verticalmente
integrada, cerca de Dakar, Senegal, la que producirá 4,8 millones de aves al
año. Dos empresas que Mukhtar contactó en un foro de negocios en Sarajevo, han
sido contratadas para desarrollar sus proyectos avícolas y ganaderos en África.
Detrás de Mukhtar están algunas de las familias e
instituciones más poderosas de los Estados del Golfo. Foras es una compañía
privada, pero opera como el brazo inversionista de la Organización de la
Conferencia Islámica (OIC), una organización intergubernamental con 57 países
miembros que se denominan a sí mismos “la voz colectiva del mundo musulmán”.
Sus principales accionistas y fundadores son el
Banco Islámico de Desarrollo y varios conglomerados de la región del Golfo
Pérsico, incluyendo el Sheik Saleh Kamel y su grupo Dallah Al Barakah, el grupo
saudita Bin Laden, la National Investment Companyn de Kuwait y Nasser Kharafi,
quien está en el número 48 entre los más ricos del mundo y es propietario del
Americana Group.
Theo de Jager, vicepresidente de la unión de
agricultores comerciales más grande de Sudáfrica, AgriSA, es también presidente
del comité de asuntos de tierras de la organización.
Así es que ha estado profundamente involucrado en
la reforma agraria de su país e, incluso, ha perdido una finca de su propiedad
en este proceso. Pero recientemente De Jager ha estado desarrollando una tarea
diferente para su organización: ha estado viajando por África buscando tierras
que él y otros agricultores sudafricanos puedan adquirir, en gran escala.
El primer triunfo de De Jager fue en Congo
Brazaville. El gobierno prometió a él y sus colegas agricultores tanta tierra
como pudieran querer en todo el país, junto con liberarlos de derechos de
importación, impuestos y restricciones a la repatriación de las utilidades. De
Jager y alrededor de 15 otros sudafricanos establecieron una empresa llamada
Congo Agriculture y negociaron un contrato por 80.000 hectáreas con el
gobierno. Las primeras 48.000 hectáreas se dividieron en 30 fincas para los
agricultores sudafricanos participantes. De Jager dice que ya ha elegido
parcelas para sí mismo e intenta producir palma aceitera, madera y ganado.
Sin embargo, el Congo podría ser sólo un primer
paso. Desde principios del 2010, AgriSA ha estado negociando acuerdos sobre
tierras con los gobiernos de 22 países africanos, incluyendo Egipto, Marruecos,
Mozambique, Sudán, Zambia e incluso Libia.
De Jager y la mayoría de los agriculto1res
sudafricanos involucrados en estos acuerdos no pretenden vivir en la tierra que
han adquirido. Contratarán administradores y supervisarán sus negocios desde
lejos. No es precisamente su conocimiento sobre agricultura lo que los
distingue de los pequeños agricultores de los países donde han adquirido
tierras, sino que su acceso al capital y su integración con el sistema
industrial de alimentos. El mismo De Jager trabaja como agente de bienes
raíces; se inició como agricultor recién en el año 1997. Antes de eso, era
agente en el Servicio de Inteligencia Nacional, sirviendo como
“coordinador-jefe de información” en la oficina del Presidente P.W. Botha
durante la era del apartheid.
La crisis de precios de los alimentos del año 2007
-2008 fue un desastre de relaciones públicas para el Banco Mundial. Pocos meses
antes que los precios alcanzaran su punto máximo, el Banco seguía diciendo a
los gobiernos que la autosuficiencia alimentaria era un objetivo absurdo. Sin
embargo, en ese entonces, los gobiernos de algunos de los principales países
exportadores de alimentos, preocupados por las necesidades de su gente,
empezaron a cerrar sus fronteras.
Los precios de los alimentos se dispararon y
estallaron revueltas desde Yaundé a Ciudad de México, en países que habían seguido
los consejos del Banco Mundial sobre la eficiencia de los mercados mundiales y
los peligros de apoyar la agricultura local. Con países como Malasia realizando
trueque de alimentos, y con el número de personas con hambre llegando a su
máximo histórico al mismo tiempo que los gigantes del comercio de granos
también maximizaban sus ganancias, ¿quién podía seguir confiando en el Banco?
Sin embargo, el Banco siguió con su vieja canción:
más agricultura de exportación, más inversiones extranjeras.
Cuando la crisis estaba en su máximo, estalló el
acaparamiento de tierras a nivel mundial. Toda la inversión extranjera que por
décadas el Banco había prometido que podría ser el instrumento para para paliar
la pobreza y la inseguridad alimentaria, estaba inundando los países del mundo.
Pero el problema evidente para el Banco fue que el
dinero iba tras las tierras de cultivo ocupadas por campesinos y pastores, con
el fin de producir cultivos alimenticios para exportar desde países que ya
estaban sufriendo una inseguridad alimentaria severa.
Era difícil presentar este fenómeno como una
solución a la crisis alimentaria, especialmente cuando el Director General de
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación,
Jacques Diouf, ya había advertido sobre el “neocolonialismo”, e incluso The
Economist lo había llamado “acaparamiento de tierras”.
El Banco decidió intentarlo de todas maneras. Su
respuesta: una serie de “principios para la inversión responsable en la
agricultura”, un informe mundial y un “centro de conocimiento” que el Banco
esperaba lanzar como la autoridad objetiva en la materia.
Pocos se lo creyeron. Movimientos sociales,
organizaciones campesinas y ONGs denunciaron, inmediatamente, que los
principios del Banco eran sólo una distracción y no la verdadera acción que
podría detener el acaparamiento de tierras. Su tan esperado informe fue un
fracaso, con muy pocos datos nuevos que agregar a lo que todos ya conocían y
con un tibio apoyo a las “adquisiciones de tierras en gran escala” por su
potencial beneficio para todos, pese a la concluyente evidencia contraria
contenida en su propio informe.
El Banco no parece entender por qué ha sido el
centro de mucha de la oposición al acaparamiento de tierras. Se trata
simplemente de “ayudar a los pequeños propietarios a integrarse al creciente
interés por la tierra de cultivo”, señala Klaus Deininger, especialista en
política agraria del Banco.
En marzo del 2012, el embajador chino en Filipinas
estuvo en Luzón Central cortando la cinta de una finca de demostración de un
nuevo híbrido de arroz. Esto no constituye, sin embargo, un caso de cooperación
internacional. La finca es propiedad de Beidahuang -una de las compañías
agrícolas más grande de China y uno de los más agresivos “cazadores” de tierras
de cultivo a nivel mundial- y de su socio local AgriNurture. En lo inmediato,
las fincas de estas empresas en Filipinas, que suman 2.000 hectáreas,
producirán semillas de arroz híbrido chino y proveerán de ellas a los
agricultores filipinos que firmen contratos de producción. Eventualmente, las
dos empresas planean producir arroz híbrido en sus propias fincas. Señalan que
podrían tener 10.000 hectáreas con cultivos de arroz híbrido hacia fines del
2012.
Esta es sólo una de las empresas conjuntas que
AgriNurture ha establecido en los años recién pasados con compañías
extranjeras, para la producción de cultivos alimenticios en Filipinas. La
compañía también está asociada con el Gobierno del Pueblo de Tianyang, Guangxi,
China en una multimillonaria plantación de plátanos que ya está en producción,
en Mindanao y, también, tiene una sociedad agrícola conjunta con el consorcio
de empresas sauditas Far Eastern Agricultural Investment Company, para adquirir
50.000 hectáreas en Mindanao, para la producción de frutas y cereales.
AgriNurture (ANI) es propiedad de Toni Tiu, un
joven filipino-chino empresario y desarrollador inmobiliario. Desde que creó la
compañía en el año 2008, Tiu se ha convertido en uno de los exportadores de
alimentos líderes del país, con especialidad en frutas frescas. Las
exportaciones dan cuenta de aproximadamente la mitad de los ingresos de la
empresa y alrededor de la mitad de esas exportaciones van con destino a China.
Si bien actualmente la mayoría del abastecimiento de la empresa proviene de
contratos de producción, Tiu desea desarrollar sus propias fincas y hacer de
ellas su principal fuente de abastecimiento. Tiene planes para adquirir 5.000
há en diferentes partes del país para dedicarlas al cultivo de frutas y
hortalizas.
Tiu ha hecho crecer su compañía cotizando en las
bolsas de valores de Australia y Filipinas, y con la colaboración del Banco
Agrícola de Filipinas y el Departamento de Agricultura, los que han financiado
sus programas de contratos de producción. Cada vez con más tierra bajo su
control, ANI se ha convertido en un objetivo para los inversionistas
extranjeros en tierras agrícolas. En el año 2011, el fondo de cobertura de
Cargill, Black River, que ha invertido cientos de millones de dólares
adquiriendo fincas en América Latina y Asia, compró un 28% de acciones en
AgriNurture.
La ZTE Corporation es la compañía de
telecomunicaciones más grande de China, con operaciones en más de 140 países.
Fue creada en el año 1985 por un grupo de compañías estatales dependientes del
Ministerio de Industria Aeroespacial de China. Aunque se cotiza en la bolsa de
valores de Hong Kong desde el año 2004, ZTE está muy conectada con el gobierno
chino.
Su mayor accionista es un holding, propiedad
conjunta de un instituto estatal de investigación electrónica en Xi’an y una empresa
estatal con nexos militares. En el año 2007, ZTE empezó a prestar atención a la
agricultura. Creó una nueva empresa, la ZTE Energy, para invertir en producción
de biocombustibles y alimentos en China y para desarrollar explotaciones
agrícolas en el extranjero como parte de “el plan estratégico sobre agricultura
en el mundo elaborado por el gobierno central.”
Hou Weigui y su compañía están avanzando, poco a
poco, con planes para adquirir tierras agrícolas en el extranjero. En el año
2008, ZTE adquirió 258 hectáreas en Menkao, cerca de Kinshasa, en la República
Democrática del Congo, para estudiar el potencial agrícola cinco grados al
norte y cinco grados al sur del ecuador. ZTE estuvo tan satisfecha con los
resultados obtenidos que, durante el año 2010, compró otra granja de 600 há en
el mismo país. La empresa también administra varias explotaciones de cereales
en Sudán y, en Laos, tiene una concesión por 100.000 hectáreas, en la provincia
de Chapassak, para cultivar mandioca en asociación con la compañía local,
Dynasty Laos.
ZTE ha depositado grandes esperanzas en la palma
aceitera. Aunque ha dejado pendiente su proyecto de plantación de palma
aceitera en la República Democrática del Congo “debido a que las condiciones
para la inversión y la logística aún no están maduras”, está avanzando con un
programa en Indonesia y Malasia, donde la compañía planea tener 1 millón de
hectáreas en producción para el año 2019. Actualmente, PT ZTE Agribussiness
Indonesia y su socio local, PT Sinar Citra poseen 10.000 hectáreas en
Kalimantan y están negociando 25.000 más.
Tomado de: http://www.librered.net/
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