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La semana pasada, Monsanto les comunicó a sus
accionistas los asombrosos beneficios obtenidos en 2012. Al mismo
tiempo, agricultores norteamericanos hacían juicio en Washington para
desafiar el derecho de los gigantes de la biotecnología a que demandaran
a los agricultores cuyos sembrados habían sido contaminados por las
semillas de Monsanto. El 10 de enero comenzaron las presentaciones
orales ante la Corte de Apelaciones de EE.UU., para decidir si se
invertía el rechazo a la causa, de febrero pasado.
Las ganancias de Monsanto duplicaron, casi, las proyecciones de los
analistas, y el total de sus ingresos alcanzó los $ 2.94 billones a
fines de 2012. El aumento de precio del herbicida Roundup siguió
dominando el mercado de Estados Unidos y, quizá, lo más significativo es
que los mercados de América Latina constituyen factores que contribuyen
al floreciente negocio de Monsanto.
Al explotar su maíz, soja y algodón transgénicos patentados, Monsanto
asegura un odioso control sobre las industrias agrícolas de EE.UU., y
exprime con eficacia a los agricultores convencionales, o sea, los que
usan semillas no transgénicas. Así elimina las posibilidades de ellos de
participar en el mercado y ser competitivos. (Hasta fines de 2013, el
Departamento de Justicia investigaba a Monsanto por violar las leyes
anti-trust con sus actividades en contra de la competencia hacia otras
compañías biotecnológicas, pero esa investigación fue discretamente
cerrada antes de fin de año.)
Hay un proceso legal en curso, aparentemente modesto: Osgata et al v
Monsanto, que había sido iniciado en marzo de 2011, y consiste en
conseguir protección legal para los agricultores de cultivos orgánicos
convencionales, contra el agresivo procesamiento que aplica Monsanto a
la violación de sus patentes. Pero las consecuencias de este juicio son
trascendentales. Si la Corte de Apelaciones del DC (capital) invierte el
rechazo, se iniciará un proceso de descubrimiento que podría revelar la
reserva de información que Monsanto ha venido ocultando al conocimiento
público, tanto por esconderlo como por impedir la investigación
independiente.
Monsanto abusa de las patentes
Entre 1997 y 2010, Monsanto inició 144 juicios contra familias de
agricultores, y solucionó 700 casos fuera de la Corte. Más aun: grupos
relacionados con la alimentación calculan que Monsanto investiga a
cientos de agricultores en busca de posibles culpables de infracción a
las patentes.
Las víctimas de los depredadores juicios de Monsanto son los
agricultores que usaron semillas de la gran empresa sin hacer caso de la
patente, y también los que jamás tuvieron la menor intención de sembrar
plantas transgénicas. Osgata et al v. Monsanto se ocupa de este segundo
grupo y representa a 31 granjas y agricultores, a 13 empresas de venta
de semillas, a 31 organizaciones agrícolas que representan a más de
300.000 individuos y a 4.500 granjas y agricultores.
Los demandantes exigieron una declaración legal que asegure que
Monsanto no tenía derecho a demandarlos por infracción a la patente.
Jim Gerritson, presidente de OSAGA (Organic Seed Growers and Trade
Association: Cultivadores de Semillas Orgánicas y Asociación Comercial),
y precursor de la demanda, me explicó que los agricultores de semillas
orgánicas y no transgénicas son "... un ejemplo clásico de por qué el
Congreso aprobó la Ley de Juicio Declaratorio: si hay un grupo que teme
sufrir la prepotencia de una gran compañía, puede pedir protección
contra reclamos e infracciones a patentes".
Crisis del maíz: gusanos provocan serios daños a la cosecha
Sin embargo, las cortes federales siempre han protegido los derechos
de Monsanto a sus beneficios a través de un sistema de patentes que
obstaculiza cada vez más la libertad individual y de mercado al permitir
que Monsanto abuse de sus derechos de patente. Osgata está representada
por el abogado Dan Ravicher y por la Fundación Pública de Patentes, una
organización que se dedica a crear un sistema justo de patentes, que
procura un equilibrio entre la libertad individual y la emisión ética de
patentes.
Monsanto se ha creado una reputación convenientemente intimidatoria,
como implacable fiscal de los agricultores no transgénicos cuyos campos
han sido contaminados por el maíz genéticamente que sembraron sus
vecinos, ya sea a través de la polinización cruzada o por la mezcla
accidental de semillas durante la cosecha.
A raíz de estos ejemplos aterradores, los agricultores ha asumido la
responsabilidad de impedir la contaminación, estableciendo límites a las
pruebas genéticas y, en algunos casos, directamente absteniéndose de
sembrar.
Efecto monopólico
Osgata muestra en detalle cuántos agricultores convencionales han
desistido de sembrar determinados cultivos, con la intención de resaltar
la monopolización que es consecuencia de la agresiva persecución de
Monsanto a los casos de infracción de patente. Se ha estimado que hay un
88% de maíz y un 93% de soja modificados genéticamente, la mayoría, a
manos de Monsanto. Bryce Stephens, agricultor de cultivos orgánicos del
Noroeste de Kansas, es uno de esos agricultores que ha decidido dejar de
cultivar maíz y soja, a consecuencia de la inevitable contaminación que
ocurriría.
"Mi temor a la contaminación por medio de maíz y soja transgénicos y
el consecuente riesgo de ser acusado de violar la patente me impiden
cultivar maíz y soja en mi campo. No existe otro motivo por el cual no
siembro esas plantas, aunque me gustaría mucho hacerlo."
Gerritson me lo explicó así: "Los agricultores han sufrido pérdidas
económicas. Ya no cultivan maíz y soja porque están seguros de que sus
cultivos van a ser contaminados. No pueden arriesgar sus campos y sus
familias ante la posibilidad de ser procesados por infracción a la
patente".
Monsanto sabe que los consumidores no comprarían sus productos por su
propia voluntad, lección que aprendieron en Europa cuando se exigió que
los alimentos transgénicos llevaran esa precisión en sus etiquetas. En
Norteamérica, la compañía y sus aliados han gastado millones en impedir
las iniciativas locales de etiquetamiento como, por ejemplo, hace poco,
en California. Pero si bien la compañía logra dejar fuera a los
agricultores convencionales, los norteamericanos no tienen
alternativa... con o sin etiqueta.
A pesar de la creación de este peligroso monopolio, en febrero de
2012, la jueza Naomi Reice Buchwald aprobó la solicitud de Monsanto y
rechazó el procesamiento inicial, calificando a las preocupaciones de
los agricultores como "exageradas", e instándolos a confiar en las
promesas de Monsanto (que no eran legalmente vinculantes) de no ejercer
sus derechos de patentes hacia la contaminación involuntaria de rastros
transgénicos en las plantas; declaró que los agricultores habían
inventado una controversia que no existía, en realidad.
Si el caso iniciado por los agricultores logra seguir adelante, lo
mínimo que va a ocurrir es de fundamental importancia: que, a través del
proceso de descubrimiento, el público tendrá acceso a un hallazgo de
información que la gran empresa había logrado mantener oculta. Ravicher
está convencido de que, entonces, podrá determinarse que los productos
traficados por Monsanto no son sanos y, en consecuencia, no son buenos
para la sociedad. Citó un caso de hace 150 años, y nos lo recuerda: "...
una invención para envenenar al pueblo no es patentable".
Es evidente que está creciendo el movimiento para derrotar a
Monsanto. Gane o pierda esta vuelta, el pueblo no va a desistir en su
lucha por derribar a este monstruo.
Traducido del inglés por Ana Silvia Mazía
Fuente original: http://www.aljazeera.com/indepth/op...
Tomado de: Agencia de Prensa Rural
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