Un sistema nacional de ZRC y el fortalecimiento de los procesos son las iniciativas de paz del campesinado colombiano
Estigmatizado por unos, bien querido por otros, pero principalmente
olvidado por el Estado, San Vicente del Caguán, segundo municipio en
importancia del departamento de Caquetá y cuna de paz una década atrás,
fue el escenario del III Encuentro de Zonas de Reserva Campesina (ZRC).
Reseña de un historia de resistencia viva del campesinado colombiano y
una fórmula real de paz con justicia social.
Cuatro mil campesinos de al menos 50 procesos de reserva campesina
provenientes de todo el país se dieron cita el 22 y 23 del pasado mes de
marzo en el coliseo de ferias del municipio para exigir como sujetos
políticos condiciones de transformación del territorio mediante el
sistema nacional de reservas campesinas. Propuesta que responde a dos
principios elementales: cumplir la ley 160 de 1994 y respetar la
autonomía y organización campesina.
Las propuestas
“Todo lo que está pasando es una verdadera forma de autonomía. La
organización campesina ha sido colapsada o interrumpida por baños de
sangre por décadas. Hoy se ve que a pesar de eso los campesinos han
logrado construir su propio proyecto”, manifestó el representante Iván
Cepeda, asistente al encuentro junto al también parlamentario Hernando
Hernández y el periodista Alfredo Molano, quien es uno de los más agudos
conocedores del proceso campesino.
“Es una articulación entre la institucionalidad, los procesos de
reserva y la autonomía campesina”, dijo César Jerez, vocero de Anzorc,
asociación que agrupa los procesos de zonas campesinas. Pero además se
pidió el fortalecimiento de los procesos de zonas de reserva con la
inclusión de estás en el Plan Nacional de Desarrollo, pues sin respaldo
político ni presupuestal las reservas perderían la filosofía para la
cual fueron creadas.
Pareciere absurdo pero en el país los campesinos que emprenden una
lucha por la supervivencia en el marco de la ley son macartizados como
“oxigenadores” de la insurgencia y “enemigos” del desarrollo. Entre
charlas de campesinos apostados por todo el municipio se escuchaba un
debate político ancestral y neurálgico: “Lo peligroso que resulta hablar
de la tierra en Colombia”.
Prueba de ello, la tensión vivida en las dos jornadas de trabajo
campesino en San Vicente del Caguán. Pues la militarización a lo largo
del evento y el hostigamiento en las carreteras, vías fluviales y hasta
en el aeropuerto del municipio, nunca dejaron de existir. De ello fueron
testigos los visitantes, observadores nacionales e internacionales y
periodistas.
Los incómodos
Pero tales incomodidades no eran casualidad. En el evento se le
exigió nuevamente al Ministerio de Defensa responder cuál es la razón
para seguir manteniendo el veto a la figura jurídica de las zonas.
Durante años voces castrenses han señalado que las 830 mil hectáreas de
tierra comprendidas en las seis ZRC son santuarios de las FARC y por lo
tanto ellas responden a la retaguardia y movilidad guerrillera. Nada más
traído de los cabellos. A ese coro de vilipendios se suman las palabras
del representante ganadero, sector dueño de 36.5 millones de hectáreas
en el país, José Félix Lafaurie, que califica las zonas como cartuchos
rurales.
Tal cúmulo de improperios se respondieron de manera contundente con
una presencia masiva de los delegados de los 50 procesos campesinos que
gestionan hoy ante el Ministerio de Agricultura la consolidación de sus
territorios como zonas de reserva. Algo que para la directora del
Instituto Agrario de Desarrollo Rural (Incoder) y representante del
Gobierno Nacional en el encuentro, Myriam Villegas, es imposible. ¿La
razón? No puede existir ningún rincón del país “sin presencia del
Estado”.
Las razones que persisten
Pues bien, justamente es por el abandono estatal que tienen razón de
ser. Las zonas se consolidan con autonomía campesina de hecho. En la
reserva de la región de El Pato, cerca a San Vicente del Caguán, sus
habitantes abrieron carreteras, administran la escuela y el hospital,
implementan redes de energía y administran ejemplarmente un cogobierno
para atender sus necesidades básicas. Necesidades a las que el Estado
nunca ha asomado para satisfacerlas. Es casi una democracia ateniense en
el trópico caqueteño.
El campesinado habló de tierras, territorio y política, pues en medio
de las conversaciones de las FARC y el gobierno Santos, las ZRC pueden
ser una fórmula de paz de la que el país aprovecharía al máximo: “A la
sociedad colombiana le decimos que las puertas de las ZRC están abiertas
al país, que, como las concebimos y reclamamos, son territorios de
abastecimiento de alimentos, de cultura, de protección de nuestra
riqueza ambiental, de conocimientos tradicionales, de estrategias de
convivencia que contribuyen a la paz”, señalan apartes de las
conclusiones que deja el encuentro.
Interlocución política
Pero llamaron la atención de manera enérgica las improntas impuestas
de manera sistemática y pendenciera por buena parte de los medios de
comunicación a su propuesta. “Las zonas no somos voceros de las FARC”,
manifestó el pleno del campesinado respondiendo a lo señalado por los
enemigos de la paz que coinciden en ser los enemigos de sus
territorialidades y autonomías.
La conclusiones agregan: “Invitamos a la sociedad colombiana y a la
comunidad internacional a reconocer el verdadero valor de estas ZRC, a
evitar la intoxicación informativa y la especulación sobre las ZRC, que
no hacen otra cosa que poner en riesgo nuestra integridad y destruir una
oportunidad de desarrollo rural y paz para el país”.
“La organización campesina entiende que no son gratuitas esas
acusaciones, pues es el militarismo, los terratenientes y las
multinacionales están detrás de todo eso”, subrayó Manuel Olivares,
campesino del sur de Caquetá, que con botas y sombrero le explicó a VOZ,
mapa en mano, cómo las locomotoras minero-energéticas han escogido sus
territorios para la explotación.
En tanto que la polémica despertada, una semana atrás, por la
supuesta presencia de la insurgencia de las FARC en el evento, cuyo
anuncio había desencadenado una fuerte reacción de los enemigos visibles
del proceso, se dio a conocer el segundo día de encuentro, cuando esta
en su página de internet publicó un saludo desde Cuba por su delegación
de paz en el que exhortó al campesinado a seguir entregando iniciativas
de paz para la terminación del conflicto tan importantes como la
preservación y ampliación de las ZRC.
La reacción criminal
No obstante al éxito que representó la jornada y las iniciativas en
firme de paz que serán entregadas a la mesa de conversaciones en La
Habana, la nota negativa del encuentro se conoció dos días después
cuando volvieron a ser víctima de atentados tres líderes de restitución
de tierras y del proceso de organización campesina.
Gustavo Adolfo Pizo, Alonso Lozano y Hermes Vidal, de Cauca, Meta y
Córdoba respectivamente, fueron ultimados por el rigor paramilitar que
campea en aquellas zonas con auspicio de las autoridades. Y la historia
se repite pues los tres líderes campesinos venían denunciando intensas
amenazas a partir de la reclamación de tierras y el impulso al proceso
de zonas de reserva campesina. En las zonas de reserva y en la garantía
para ejercer la política distante del Establecimiento está el camino
arado a la paz
Por: Agencia de Prensa Rural
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